Martín Errante, gerente de producto de Motorola Argentina expone que en los tiempos que corren, la tecnología no solo ha cambiado nuestra forma de comunicarnos, sino también la forma en que los niños, adolescentes, nativos digitales, millennials y centennials la incorporan en su educación.
Esto puede aportar una serie de beneficios que ayudan a mejorar su eficiencia y productividad en el aula, así como también crear un fuerte reto para las instituciones, los maestros, los profesores y los padres.
Internet y el acceso a dispositivos móviles cada vez más intuitivos y con precios accesibles, han supuesto un cambio mundial en cuanto al uso de la tecnología. Según datos de Kantar IBOPE Media Argentina1, la posesión de smartphones ha crecido en el último año: en 2016, el 60% de los argentinos declaró poseer un Smartphone, lo que implica un incremento del 55% respecto al año anterior (39%). Esto también se evidencia en el ámbito de la educación, en el que cada vez más cosas se hacen aprovechando la red y sus posibilidades, tanto en el aula como fuera de ella.
La tecnología en el espacio educativo permite el uso de herramientas más interactivas y que mantienen la atención de los estudiantes con más facilidad. Las redes sociales y la web 2.0 implican compartir puntos de vista y debatir sobre distintas ideas, lo que ayuda a que los niños, adolescentes y jóvenes desarrollen un pensamiento crítico en una época en la que sus cerebros se están desarrollando.
Usar la tecnología en el entorno académico no es algo nuevo, sin embargo, la forma en la que se utiliza ha cambiado mucho a lo largo de los años, permitiendo mayor flexibilidad, eficiencia y aprovechamiento de los recursos educativos, y ofreciendo una formación de mayor calidad a los estudiantes.
Esto ha llevado a la implementación del modelo de “aula invertida”, es decir, la concepción de que el alumno puede obtener información en un tiempo y lugar que no requiere la presencia física del profesor. Se trata de un nuevo modelo pedagógico que ofrece un enfoque integral para incrementar el compromiso y la implicación del alumno en la enseñanza, haciendo que forme parte de su creación, permitiendo al profesor dar un tratamiento más individualizado.
Con este modelo y los avances tecnológicos, los maestros y profesores pueden beneficiarse mucho para hacer su trabajo más atractivo y para ser más eficientes. El modelo de “aula invertida” fomenta la colaboración del alumno y por tanto refuerza su motivación, los contenidos están accesibles en cualquier momento e involucra a las familias, permitiéndoles no solo supervisar el uso de los dispositivos, sino también colaborar con el proceso de aprendizaje.*Por Martín Errante, gerente de producto de Motorola Argentina
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